EL CASO EN CUESTIÓN. ORIGENES
Imaginemos un nabo cuya condición natural a lo largo de la vida es la de señor casado. Su esposa tiene una espléndida melena caoba, se mantiene en forma, es una compañía amena y presentable y, de vez en cuando, todavía lo calienta. Su familia es típica y armónica: niños pequeños con problemas pequeños y niños más grandes con problemas más grandes; vacaciones en la costa atlántica; visitas periódicas al supermercado y mascotas vacunadas a término. Su trabajo también es típico y profesional: empleado full time en cualquier oficina, vuelve tarde y agotado, aunque se reserva un par de horitas para despuntar algún deporte (papi fútbol, paddle, tenis, karate y/o cualquier cosa que implique una pelota y mucho sudor) y salir, muy de vez en cuando, con sus amigos de siempre, para hablar de mujeres. Estamos hablando del típico Nabo Casado.
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Supongamos que el señor, luego de varios años de vida plácida, un día empieza a sentirse débil, tiene palpitaciones y esporádicamente le sangra la nariz. Cuando lo mandan al arco y le meten cuatro goles, decide ir al médico, y le diagnostican un surmenage. Dos días de reposo absoluto en su casa le revelan su vida tal cual es. Se da cuenta de que el caoba de su mujer esconde una cantidad alarmante de canas, de que sus hijos ya no tienen problemas chicos, de que el aire de la oficina está superpoblado, de que su equipo empezó a ganar desde que él está lesionado y, sobre todo de que pasó los mejores años de su vida sin poder hacer lo que realmente deseaba: ver la liga española y el campeonato de la B nacional, tomar vino fuera de hora y dejar abierta la puerta del baño mientras hace sus necesidades.
Decide entonces que aún está a tiempo de cambiar su vida. Se siente más joven y vigoroso que a los veinte pero con la invalorable experiencia de sus largos cuarenta. Tomando el toro por las astas y con el balón bajo el sobaco, agarra sus cosas y se va. Deja a la esposa, a los amigos y también el laburo. Hace un par de cursos y se dedica a su actividad profesional pero en forma free lance y con un enfoque más personalista. Abre un perfil en Facebook y saca una cuenta en Twitter porque su objetivo es tener un millón de amigos y así más fuerte poder jugar. Sabe que lo va a lograr porque es diplomático, conciliador y, por sobre todo, buena onda. Queda en excelentes relaciones con su ex-pareja y se va a vivir al bulín de la calle Ayacucho.
Admitamos que el nabo jamás ha estado solo. Jamás ha monopolizado el control remoto, jamás ha cocinado, ni lavado su ropa, y durante sus años de matrimonio tuvo, más que una mujer, una madre preocupada por satisfacer sus necesidades infantiles. Ahora se ve obligado a hacer un curso acelerado de soltería y lo hace a conciencia: egresa en tiempo récord y con honores, convirtiéndose en un ser cuasi perfecto que pone las toallas con las toallas, cuelga las camisas por color, lava los platos antes de dormir, y tiende la cama antes de partir a la primera de sus flamantes 32 actividades.
El nabo se ha convertido en el ama de casa ideal y, sobre todo, en el amo de su destino. Y es así que empieza a disfrutarla. Estamos hablando del típico Nabo Recién Separado.
(CONTINUARÁ)