(Auspicia este segmento: Google S.R.L., para sus búsquedas "tetas de silvina luna" y "canciones de nabidad")
Caso 2
Nabo 1: -Che, ¿la viste a la Salazar en la tele?
Nabo 2: -Nooooo, boluuuuuuudo, ¿anoche? ¡No me digaaaás!
Nabo 1: -Sí, chabón, no sabéssss... La mina llama a un plomero para una boludez cualquiera y primero se come una banana delante del tipo y le hace gestitos y le dice qué rico y después se tira leche encima a propósito y se cambia de ropa ahí nomás, casi que le encaja las gomas en la jeta, no sabéssss, pobre tipo con esa yegua en pelotas y encima regalada... ¡no entiende un carajo!
Nabo 2: Noooo, no podés... ¡Cómo me perdí a esa yegua!
Si bien podemos emparentarlo con el Caso 1, a simple vista se nota que en éste la confusión alcanza ribetes desopilantes. Aquí no sólo es aplicable todo lo que dijimos en el post anterior sino que también aparecen nuevos elementos a tener en cuenta. Las diferencias entre potra y yegua son tan sutiles y contundentes como las que hay entre un "gran tamaño" y un "buen tamaño", pero mientras el nabo en cuestión tiene posibilidades de encontrar la forma de adquirir la pericia que le haga falta, la movilidad social entre potras y yeguas es prácticamente nula: la potra es una naba que está buena, en cambio una yegua es una yegua esté buena o no, la condición yegual no está condicionada al aspecto externo. Una vez más podemos reafirmar que la carnicería no es ciencia de aplicación en este campo: el buen lomo no es garantía automática de calidad.
¿Por qué?, se preguntarán ustedes. Muy simple, hasta el nabo más nabo sabe que en los tiempos que corren si no naciste afortunada, si te da fiaca ir al gimnasio o hacer dieta, pero te morís por tener un buen lomo, te lo comprás hecho. La ecuación tiene una precisión quirúrgica: mezclás las tetas de Pamela Anderson, el culo de Pampita, la boca de Angelina Jolie, la nariz de Celeste Cid y la cintura de Thalía y obtenés una buena Cher. O, en su defecto, al menos una Daniela Cardone. Está más que demostrado que cualquier naba puede hacerlo, ni siquiera es necesario tener plata: mientras aparece el sponsor le das sin pudores al Photoshop.
He aquí el carozo del durazno: una yegua, queridos nuestros, una yegua de ley se las arregla con lo que tiene y lo que le tocó y no necesita que le retoquen nada. No, no malinterpreten, no nos parece mal que alguien decida invertir en su cuerpo para levantarse la autoestima o lograr sus aspiraciones en el jet set. Pero tengan en cuenta que cualquier mujer que recurra a la cirugía plástica para modificar estéticamente cualquier parte de su cuerpo, por más insignificante que esta sea y por más cara o bien hecha que esté la operación, esa mujer es enrolada automáticamente en las filas de las Nabas y permanecerá en esa categoría por los siglos de los siglos amén.
Ya sabemos que a ustedes les gustan igual, que no las quieren más que para que se re flexionen y que no la eligen por su calidez insustituible. Nadie va a negar que esas chicas son muy monas, y está bien que les digan diosas, aviones, camiones con acoplado o, para seguir con las equivalencias en el reino animal, que las llamen potras (o gatos, según el caso). Pero de ninguna manera pueden confundirlas con una yegua, porque son nabas. Todas esas minas son nabas. Y la nabidad, como todos sabemos, es un viaje de ida. Y basta una sola inyección de botox y ya estás en la ruta.
Post post: recuerdes que sigue abierta la convocatoria
"Palabra de Nabas". Seguimos recibiendo vuestros aportes en el casillero de comentarios, aunque por el momento sólo en Haloscán, porque parece que el Eneatonto se declaró en huelga.