En el camino a desentrañar el Primer Gran Enigma Yegual, nos vemos en la obligación de aportar un anexo informativo extra que ayude a despejar las dudas y aclarar el despiste que parece reinar entre el público respecto a la naturaleza y universalidad del Código Patodonal.
Pero, antes de empezar, caben ciertas aclaraciones que resultan pertinentes, dadas las respuestas que nuestra convocatoria ha recibido: el Código Patodonal, queridos nabos, no es un objeto. Tampoco se relaciona con el simpático pato sin pantalones que se ha dado por aludido. No, de ninguna manera. El Código Patodonal es, como su nombre lo indica, un Código, un nombre clave, la password que todo nabo (sí, sí, ustedes también) están esperando que una Yegua, una vez identificada como tal, le habilite; una suerte de llave que abre las puertas a fronteras que todos ustedes esperan cruzar de nuestra mano.
Sabemos que con toda esta información debiera sobrarles para saber de qué estamos hablando. Sin embargo, y porque nuestro objetivo es primordialmente educativo, nos adentraremos un poco en un tema que tiene profunda relación con el que nos ocupa: el momento de la revelación, el instante en que un Nabo que acaba de conocer a una mujer, toma conciencia de que no ésta no es una Naba más, de que está frente a una auténtica Yegua del Orto. Hablamos, por supuesto, del
Meet'n'greet, ese momento mágico en el que la Yegua —que no anda por ahí dando vueltas por la vida con el cartelito que la identifique— se revela como tal. Porque el mundo está plagado de Nabas a las que media humanidad les grita "yeguas" por la calle, pero las verdaderas, las auténticas, las únicas Yeguas del Orto con Garantía y Certificado de Origen, se conocen recién en el Meet'n'Greet y, en la mayoría de los casos, dejan al Nabo en cuestión pasmado de la sorpresa.
Para hacer más claro el ejemplo, supongamos un nabo como los que mostramos en el post anterior, un modelo speed (
ver acá y subsiguientes , un ejemplar muy seguro de sí mismo, alguien que tiene excelente relación con sí mismo y las mujeres, alguien que quiere divertirse y disfrutar, que no anda buscando ni la imagen de su madre, ni de su ex, ni el amor de su vida, ni un hombro donde llorar las penas ni una chica que le planche las camisas. Supongamos, mejor aún, a nuestro Nabo Tres, el perfecto Nabo Maryland (próximamente en su blog preferido), que ni siquiera es capaz de admitir que está buscando algo porque su Diosa lo tiene pipón y satisfecho.
Este Nabo que no busca, uno de esos días de dios encuentra. Andando por ahí, en la calle, en el trabajo, entre sus amigas, por Internet, nuestro Nabo conoce una mujer y entabla una conversación interesante y divertida. En análisis generalmente posteriores, ambos coincidirán en que ese primer momento que tan inocente parece a ojos de ellos y del resto del mundo, tuvo su flash, su onda mutua, su seducción inconsciente, su "podría ser", sus electricidades de ida y vuelta. Pero ahí, en el presente del momento, en el primer acercamiento, la charla se es lo principal, desarrollar y/o profundizar la amistad es el objetivo primario y el ambiente es el mejor y más cómodo posible. Por eso, de a poco, las palabras se deslizan hacia los temas candentes.
En esta época en la que cualquier naba se autoproclama "conocerlas todas" apenas después del tercer polvo de su vida, que un hombre y una mujer hablen de sexo no sorprende a nadie. La diferencia está en que la mayoría de las veces, la charla no pasará de ser un paseo por la basta superficie del tema, un discurso bien estudiado y marquetinero, lleno de lugares comunes, eufemismos, supuestas poses transgresoras y estratégicos rubores para dar por entendido lo que no se atreve a mencionar. La Naba no soportará mucho más que eso, por lo que, si la cosa empieza a profundizarse, el Nabo tendrá el primer indicador de que esta no será una charla más. Entonces, empieza el Ping Pong de Preguntas y Respuestas, en vistas y de frente al Meet'n'Greet.
"¿A vos qué te gusta más?" "¿Cómo?" "¿Dónde?" La mujer, desde una postura de perfil absolutamente bajo, contesta cada vez más sorprendentemente y las respuestas entusiasman al Nabo, que sigue "¿Y qué más?" "¿Y qué onda con Tal Cosa?" "¡No me digas que Eso también!" La ya casi yegua declarada sigue acumulando porotos, "sí, claro" "eso para mí es imprescindible" "no sé de dónde sacan que duele" y similares, y el nabo, aunque todavía renuente, se entusiasma, se pregunta dónde estaba guardada a esta mina cuando yo no tenía a mi Diosa, y comienza el desfile de fantasías de todo tipo y color que le pueblan los sentidos y lo envalentonan para la Pregunta Final: "Decime, ¿vos tenés algún no?"
La respuesta de la Yegua la muestra tal como es, y el Nabo cae rendido a los pies de la evidencia, a la contundencia del Meet'n'Greet. Sin buscarlo, sin quererlo, sin haberse dado cuenta cómo, está frente a una Auténtica Yegua del Orto. Lástima la Diosa, que "no me deja tela por cortar, que si no... ¿sabés cómo te daría? Todo muy lindo pero no puedo, no me puedo arriesgar, si me descubre me mata, no sabéssss lo perceptiva que es" (*). Sin embargo, la ahora visiblemente Yegua, con pelota dominada y de frente al arco despejado, sigue su juego, una y otra vez vulnera la red y el marcador desnivela sideralmente. Hasta que el Nabo, desbordado de goles, abrumado por sus propias imágenes mentales, introduce la salida de emergencia y de ella emana el famoso Código Patodonal. El diálogo es más o menos así:
Nabo: —Existe una forma de que vayamos a los papeles
Yegua: —¿Ah, sí?
N: —Sí, hay un temita que, si se da, me tenés ahí al instante.
Y: —No me digas... ¿Y la Diosa?
N: —Si se da, no me importa nada.
Y: —Contame.
N: —No, mejor no. Es como darte el secreto, el Talón de Aquiles... Como abrir la Caja de Pandora.
Y: —Dale, no te hagás el vivo que de Nabo estás bárbaro. Hablá...
Claro que ese "hablá" es un eufemismo, un Hablá Retórico, una yeguada, porque la Yegua ya sabe muy bien de qué se trata la historia. Sin embargo lo va a hacer hablar, se mostrará extraordinariamente necesitada de detalles, logrará que el Nabo vierta hasta su última gota de imaginación en la descripción y los pormenores. Y, una vez establecidas las condiciones, él dirá:
N: —El código es "Patodonal". Vos me mandás un mensaje que simplemente diga "Patodonal" y en menos de una hora estoy ahí. Y no me importa nada. Vos tenés que estar atenta y avisarme. Acordate, "Patodonal".
(*) Cabe aclarar que esta particular renuencia se da principalmente con el Nabo Maryland, ya que en la mayoría de modelos Speed la cosa pasa a mayores sin obstáculos. En estos casos, el Código Patodonal hará su aparición para ser considerado a partir de segundos, terceros, cuartos o quintos encuentros.
Muy bien, querido público, si con todo esto no lo sacan me vuelven a leer el blog completo, me estudian bien la lección, y después hablamos. Se reciben sus respuestas por todos los medios habituales.